Si las fallas geológicas son zonas de fractura donde se contraponen las placas tectónicas, el Caribe vendría siendo un lugar donde colisionan los imperios en su lucha por el dominio planetario. La historia del Caribe es fascinante y única, porque resulta que, en esta región en particular, durante mucho tiempo se enfrentaron en batalla campal los principales imperios de Occidente.
En su libro “De Cristóbal Colon a Fidel Castro: El Caribe, Frontera Imperial” (1970), Juan Bosch desarrolla magistralmente su tesis particular, por medio de la cual pondera y demuestra, con un dominio pleno de la narrativa y la profusión de datos correctamente secuenciados, que ese pequeño mar devino a ser el escenario archipelágico donde se dirimieron los principales conflictos planetarios de los últimos 300 años. De su lado, Eric Williams publicó (también en 1970) “De Colón a Castro: La Historia del Caribe, 1492-1969”.
No es una curiosidad histórica, sino más bien, consecuencia de la formación académica y concepción materialista de la historia de ambos, que simultáneamente desarrollaran la misma tesis; el mismo marco referencial; los mismos delimitadores temporales; y que, aunque con diferencias de enfoque (imperialismo vs. esclavitud), llegaran a las mismas conclusiones (colonialismo y vasallaje). Aunque sí es curioso que ambos intelectuales, profundos conocedores del entorno caribeño, fueran a su vez los encargados de guiar los incipientes procesos democráticos en sus respectivos países (Bosch, primer presidente en democracia; Willians, primer Primer Ministro de Trinidad y Tobago).
Irónicamente, 55 años después, el Caribe vuelve a mostrarse como lo que siempre ha sido: la frontera imperial. Cambian personajes, actores, imperios, años, justificaciones y modos de hacer la guerra, pero, como en el Gatopardo, todo permanece igual… nada cambia.
Ahora que Estados Unidos despliega su más poderosa concentración de buques desde la Primera Guerra del Golfo; que el portaviones más moderno del ejercito más letal que ha existido sobre la Tierra cruza Gibraltar, rumbo al Caribe; que el Comando Sur tendrá bajo su mando una fuerza disuasiva y agresiva sin parangón en la región; la afirmación del presidente Trump para con Venezuela, cobra vigencia: “Todas las opciones están sobre la mesa”.
Cualquier afirmación o hipótesis sobre qué pasará, cae en el terreno de la especulación. El propio presidente se ha encargado, en un calculado malabarismo retórico, de unas veces afirmar algo y otras veces contradecirlo. No obstante, también sobre la mesa están todas las preguntas: Agotadas las operaciones marítimas contra los narcotraficantes, ¿se realizarán operaciones especiales en tierra? ¿Se apostará por una acción militar directa de alta intensidad o una operación de precisión? ¿La estrategia de fuerza desplegada procura un quiebre psicológico interno y la implosión del régimen o se decanta por una sustitución auto negociada a lo interno de la nomenklatura madurista?
Muchas hipótesis, muchas variables, muchas especulaciones, pocas certezas… Lo único cierto es que, en el Caribe, nacen y mueren imperios y sueños. Está escrito.