En los últimos veinte años la deuda pública ha sido tema diario de conversación, no tanto por ideología política como ocurre en muchos países, sino como forma de queja de una ciudadanía que no ve en su día a día los beneficios de dichos préstamos. Y en ese sentido, es justificada la queja pasada y presente, pues había y hay todavía mucho por mejorar en lo relativo a la calidad del gasto.
En términos estrictamente técnicos, para los economistas la deuda en sí misma no es ni buena ni mala, todo depende de qué gasto va a financiar. Normalmente, los préstamos se justifican cuando financian proyectos de inversión pública con alta rentabilidad social o cuando se requiere impulsar la economía con política fiscal expansiva en momentos de debilidad económica.
Por el contrario, el gasto público de bajo impacto debería eliminarse siempre, poco importa si es financiado con deuda o con impuestos.
En años anteriores los partidos de oposición se quejaban de todo tipo de deuda, sin mirar si dichos préstamos financiaban la construcción de un importante acueducto o escuelas en zonas de alta pobreza. Tampoco se ponderaba si se requería empréstitos para estabilizar el ciclo económico. Esta narrativa fue creando una aversión generalizada a la deuda que en la actualidad le está pasando factura.
En ese sentido, el actual gobierno ha incrementado la deuda del Sector Público No Financiero en 13,513 millones de dólares, para un promedio mensual de 500 millones de dólares, siendo éste el mayor endeudamiento mensual en la historia dominicana. Visto de otra forma, uno de cada cuatro pesos que hoy debe el gobierno ha sido tomado en préstamos durante los dos años y algo de la presente gestión.
Puedo anticipar la respuesta del oficialismo, dirán que ha bajado la deuda como porcentaje del PIB y tomarán de referencia el año 2020, pero ese ejercicio es incorrecto pues no se puede comparar el PIB de un año 2022 de economía abierta con el PIB de un año 2020 en cuarentena.
Por otro lado, antes de que suenen las alarmas, es importante aclarar que este aumento de la deuda no genera preocupación alguna en los mercados internacionales, pues los inversionistas siguen confiando en la capacidad de pago del gobierno, lo cual se evidencia en la alta demanda que tienen los bonos soberanos y en la aceptable tasa de interés de las emisiones recientes.
Pero, como dice la frase popular, el diablo está en los detalles. A mi juicio, la política de endeudamiento del actual gobierno ha tenido tres problemas: tiempo, moneda y calidad del gasto.
En cuanto al tiempo, entre septiembre 2020 y enero 2021 solo en bonos soberanos se emitieron 6,300 millones de dólares, pero la eliminación de los programas de ayuda social por COVID y la subejecución del gasto en infraestructura redujo las necesidades de recursos del gobierno. En pocas palabras, se emitió deuda al inicio que todavía meses después no se había usado, pero que pagaba intereses todos los meses.
Al respecto, el gobierno ha operado con un exceso de recursos disponibles en caja entre 1,500 y 2,000 millones de dólares mensuales, por lo que estimaciones conservadoras muestran que hemos pagado innecesariamente más de 200 millones de dólares por deuda emitida sin usar.
En lo que respecta a moneda, el endeudamiento ha sido mayormente en moneda extranjera, pues en lo que va de gobierno la deuda externa ha aumentado 10,565 millones de dólares. Este alto flujo de moneda extranjera a la economía dominicana ha permitido el aumento de reservas internacionales, pues el Banco Central ha tenido que comprar esos dólares para evitar que se “inunde” el mercado cambiario y que se genere una mayor apreciación del peso dominicano. Decisión, por cierto, muy correcta.
Pero al acumular reservas internacionales se incrementa la cantidad de pesos en la economía y eso podría generar inflación. Para evitarlo, el Banco Central tiene que retirar esos pesos emitiendo instrumentos financieros que permitan mantener la cantidad de pesos “bajo control” (conocido en el ambiente económico como esterilización). En pocas palabras, el Banco Central compra dólares y paga en pesos, pero inmediatamente retira esos pesos emitiendo instrumentos similares a los certificados de inversión.
Como resultado, la deuda del Banco Central ha aumentado más de 4,500 millones de dólares desde agosto 2020 a la fecha, un incremento de 40% en poco más de dos años. Si bien es cierto que esta deuda del Banco Central se ha emitido a plazos y tasas más favorables que en el pasado, este endeudamiento hubiese sido menor si el gobierno hubiese emitido más en pesos y menos en dólares.
En tercer lugar, muy poco de la deuda ha sido usada en COVID y en infraestructura. De los más de 13,513 millones de dólares de nuevos empréstitos, no llega a 3,000 millones de dólares lo gastado en temas de salud y ayuda social por COVID. En cuanto a la inversión pública, en esta administración el gasto de capital ha sumado 4,120 millones de dólares, menos de la mitad del aumento neto de la deuda.
En conclusión, en economía los detalles importan, y al revisar los detalles se percibe que la política de endeudamiento del gobierno ha tenido amplias oportunidades de mejora.