Por: Ana Vargas.
Vivimos en un mundo que nos presta el tiempo, no nos lo regala. Sin embargo, parece que lo olvidamos cada día. Nos pasamos la vida mirando hacia afuera, pendientes del progreso de los demás, comparándonos, compitiendo, desenfocándonos de nuestro propio camino. En esa carrera interminable, dejamos de prestarnos atención a nosotros mismos y perdemos de vista lo esencial, vivir con propósito, con pausa y con sentido.
En esta época solemos desconectamos incluso del momento presente. Y aunque decimos que cada cabeza es un mundo y es cierto, también es verdad que la mayoría de esos mundos se están volviendo ruidosos, ansiosos, atrapados en lo material. La lucha por «tener más» nos está alejando de lo que realmente vale ser.
No se trata de negar el valor de los logros o el esfuerzo; se trata de equilibrar. La vida tiene un ritmo propio, y nosotros vamos corriendo, cuando tal vez lo que necesitamos es detenernos. Mirar alrededor. Respirar. Sentir. A veces solo nos damos cuenta cuando ya hemos chocado con esa «pared ciega», una metáfora de los golpes que da la vida cuando no estamos prestando atención.
Sin embargo, aún hay esperanza. Aún existen personas solidarias, gestos auténticos, manos que se tienden sin esperar nada a cambio. Y cuando nos cruzamos con esas almas generosas, recordamos que la bondad sigue siendo un faro en medio del caos. Que la solidaridad, el respeto y la empatía no han desaparecido, solo están cubiertos por el ruido.
El verdadero cambio no vendrá de fuera. No será una moda ni una tendencia viral. Será interno, íntimo, silencioso. Comenzará cuando cada uno de nosotros decida frenar. Cuando aprendamos a mirar hacia dentro, a cuestionar nuestras prioridades, a vivir con más conciencia. No es fácil, pero es posible. Y vale la pena.
Por eso, antes de que sea demasiado tarde, hagamos una pausa. Observemos cómo estamos viviendo. ¿Estamos corriendo hacia algo, o simplemente huyendo de nosotros mismos? La vida no es una competencia. Es un regalo frágil, breve, prestado. Y si elegimos vivirla desde el amor, la gratitud y las buenas acciones, descubriremos que otra forma de existir es posible. Una más humana. Una más nuestra.