Ante el año electoral que se avecina, analistas esperan pocos cambios en la política de Estados Unidos hacia Cuba, marcada por 60 años de un embargo «cruel» a la isla comunista, tras la reciente caída en desgracia del poderoso senador demócrata Bob Menéndez.
Este hijo de inmigrantes cubanos de 69 años está acusado por la justicia estadounidense de soborno, extorsión y fraude, cargos que, de ser hallado culpable, podrían acarrearle hasta 20 años de cárcel.
Según la fiscalía, el senador aceptó utilizar su posición oficial para beneficiar a empresarios y al gobierno de Egipto a cambio de centenares de miles de dólares y costosos regalos.
Pese a las crecientes presiones, el legislador se ha negado hasta ahora a abandonar el escaño en el Senado que ocupa desde 2006 en representación de Nueva Jersey, tras haber sido miembro de la Cámara de Representantes durante otros 14 años.
Sin embargo, tras conocer su imputación el pasado viernes, renunció temporalmente a la presidencia de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado desde la que influyó en la política exterior estadounidense, imponiendo su línea dura contra Cuba y Venezuela, pero también contra Irán, China o Turquía y a favor de Israel, acercándolo a posiciones republicanas.
«Los problemas de Menéndez abren la posibilidad de cambios modestos en la política de Cuba y Venezuela», dice a la AFP Michael Shifter, investigador del centro de reflexión Diálogo Interamericano, con sede en Washington.
«Menéndez ha sido intransigente con las duras sanciones contra los dos países, pero con las elecciones presidenciales en poco más de un año, (el demócrata Joe) Biden será probablemente muy cauto y renuente a tomar cualquier riesgo» en este momento, asegura.
Salvo algunos cambios puntuales, desde que llegó a la Casa Blanca en 2021, el mandatario demócrata ha mantenido la política con Cuba de Donald Trump, quien al final de su mandato introdujo nuevas restricciones e incluyó a la isla comunista en la lista de países promotores del terrorismo.
La fuerte represión del gobierno cubano de las manifestaciones antigubernamentales en julio de 2021, que dejó más de 1.000 detenidos -unos 700 siguen en prisión con penas de hasta 25 años- y a otros los llevó al exilio, no contribuyeron al anhelado giro de la administración demócrata.
En mayo, Menéndez volvió a pedir a Biden firmeza en las sanciones contra Cuba y Venezuela, refutando los argumentos de otros correligionarios demócratas de que empeoran la situación humanitaria.
La razón de que cubanos y venezolanos abandonen su patria se debe a que «están sufriendo bajo el yugo de dictaduras brutales que reprimen violentamente a sus ciudadanos y que han destruido las economías», escribió Menéndez, pese que los dos países han reanudado el diálogo de alto nivel sobre migración y seguridad.
«GUERRA CRUEL»
Las autoridades cubanas siempre han fustigado el embargo impuesto por Washington en 1962.
Es un «cerco real y una guerra económica extraterritorial, cruel y silenciosa», recordó el presidente Miguel Díaz-Canel en la última Asamblea General de la ONU, celebrada la semana pasada en Nueva York, arropado por una lista creciente de países, entre ellos México, Chile o Brasil, que abogan por el fin del embargo.
«Está demostrado que el bloqueo no ha logrado los objetivos que se había marcado» -hacer caer al régimen comunista que instauró la revolución liderada por Fidel Castro en 1959-, dijo este miércoles una alta fuente diplomática cubana, que pidió omitir su nombre.
«Cuba es viable y la economía cubana es viable», defendió, tras recordar que ha sobrevivido a todo tipo de crisis, en particular al desmoronamiento de la Unión Soviética en la década de 1990, y a la profunda crisis que provocó.
«Una política que ha durado 60 años y que no ha funcionado debería ser revisada», pidió, antes de acusar a Washington de «doble rasero», al comparar su política, marcada por la «inercia» con La Habana, y las relaciones «florecientes» que mantiene con «monarquías petroleras» poco respetuosas con los derechos humanos.
Además de «remover un escollo insalvable que hoy afecta seriamente a la política de Estados Unidos con América Latina y el Caribe», generaría «beneficios importantes» para la economía y la sociedad cubanas y cumpliría un deseo de la «mayoría» de los estadounidenses favorables a la normalización de las relaciones con la isla.
«Cuba está dispuesta a un diálogo bilateral serio, responsable, bajo la igualdad soberana» y sin «precondiciones», asegura la diplomacia cubana, deseosa de normalizar las relaciones con su gran vecino del norte.
Aunque para ello tendrá que convencer al todavía potente «lobby» cubano en el exilio, radicado sobre todo en Florida, que solo quiere una cosa: que el régimen comunista caiga.