Por Wanda Espinal
El otro día, salí a comer con unos amigos. Después de unos tragos, fotos para el recuerdo y esperar el plato fuerte, el tema sobre la mesa fue la infidelidad en las parejas.
Es obvio que este es un tema candente y con opiniones diversas. Uno de los amigos expuso sus ideas sobre las causas de la infidelidad, mencionando la falta de atención, el poco apetito sexual y la sensación de falta de interés por parte la pareja. Algunos apoyaron esta teoría compartiendo anécdotas
Sin embargo, otro miembro del grupo sostenía que no existe justificación para la infidelidad y que todo se puede evitar con comunicación, compresión y empatía. Según ella, cuando una persona se niega a hablar sobre lo que le molesta, los problemas se acumulan y se vuelven cada vez más difíciles de resolver.
La conversación se animó y muchos compartieron sus propias experiencias y opiniones. Una de las compañeras afirmó rotundamente que no existe ninguna razón válida para justificar una infidelidad, más allá de consideraciones morales o religiosas
Sorprendentemente, una de las chicas que había estado más callada durante la conversación, afirmó con vehemencia que la falta de atención y de sexo eran motivos suficientes para ser infiel. Esta declaración dejó a todos atónitos. Y la conversación tuvo una pausa cuando llegó con el plato fuerte.
Mientras pedíamos nuestro cuarto trago de la noche, volvimos a retomar el tema. Si quieren saber los argumentos más profundos de mi compañera, estén atentos a la siguiente publicación.
¡Nos vemos el lunes!