Juan Miguel, Amaury y Amín Pérez (Hijos de Bacho)
Hay una gran diferencia entre, de un lado, venderle ilusiones a un pueblo, y, del otro, sembrar esperanza en la gente. Los dominicanos hemos entrado en un ciclo de repeticiones que parece extenderse al infinito, donde una clase dirigente se recicla entre engaños y decepciones para la ciudadanía. Los dominicanos se sienten cansados, frustrados y resignados, y suelen escoger alejarse de la política y/o jugar el juego del clientelismo como sobrevivencia.
Frente a ese estado calamitoso: ¿qué hacer?
La responsabilidad primera de un liderazgo alternativo que busque impugnar esa realidad es reconstruir con la gente la idea de que es posible y viable un futuro diferente, y que eso solo se logra con unidad. Es hacerlo diferente a esas campañas de propaganda que sacan agencias publicitarias para sus grandes marcas y gobiernos, que nos pintan el país casi como un paraíso. La misión esperanza ante todo pasa por poner a disposición de la gente un inventario de las injusticias que padecen y contar su historicidad. Hacer sensible a un pueblo de sus calamidades es empoderarlo. No es tarea fácil, pero tampoco imposible.