“Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es”, Éxodo 3:5.
Cuando Moisés se encontró con Dios, caminó junto al rebaño hasta Horeb, monte de Dios. Fue en tierra de santidad y de gracia donde recibió su llamado.
El varón de Dios estaba en un desierto, como pastor, forastero y fugitivo. En ese proceso se le pidió despejarse del calzado; acaso la carga pecaminosa, y buscar la santidad.
Es la santidad la que conviene a nuestras vidas. Morar en tierra de redención y anhelar ardientemente ser revestidos de integridad.