Señores
Dr. Wilson Gómez Ramírez, presidente.
Dra. Rafaela Mesa Simonó, secretaria general, y demás miembros de la Junta Directiva Nacional del Instituto Duartiano:
Señoras y señores:
En nombre de las meritorias personalidades que junto a quien habla –simple ciudadano pero adepto incondicional de la excelsa figura del Padre de la Patria-, prestamos hoy juramento como Miembros de Honor del Instituto Duartiano, no podemos menos que reconocer, y en consecuencia inclinarnos reverentes, en suprema gratitud, a la Junta Directiva Nacional de esta respetable institución cívica, por conferirnos la que como dominicanos, más que como una filiación selectiva (aun cuando honorífica), recibimos como una presea superior que a todos nos honra en grado sumo y a la vez nos compromete a coadyuvar a la justa valoración de quien, al margen de toda inútil controversia alrededor de grados de proceridad, es el inspirador inequívoco, la cabeza y la acción prístina del proyecto nacional trinitario que con sus necesarias derivaciones subsiguientes, bajo las armas, nos conduciría a establecernos como República Dominicana.
Una virtud notable que de nuestro Juan Pablo Duarte, sin duda alguna, urge resaltar es la de la integridad que le caracterizó bajo toda circunstancia. Las acciones con que supo responder, como hombre de carne y hueso, a los retos de su tiempo, estuvieron presididas por la firmeza, la rectitud, la cabal entrega a la causa dominicanista, y una permanente coherencia moral. Con ello siguió el precepto ciceroniano de ver la honradez como virtud intrínseca que no requiere de utilidad, recompensa o provecho para ser valiosa y digna de elogio.
Aún en medio de las más oscuras adversidades, su fe en Dios como en la causa nacional no menguó nunca, porque la suya no era otra sino la bíblica “fe del centurión”, como él mismo lo consignara en carta a su amigo, el poeta y dramaturgo Félix María del Monte.
Hoy más que nunca, señores, se constituye en un imperativo nacional promocionar a Duarte, desde la escuela básica y a todo lo largo y ancho de nuestra geografía, y enfatizar el paradigma singular que nos mostró una abnegación hija de la integridad del auténtico Padre de la Patria.
Estremecidos de emoción, pues, dejamos constancia de la profunda y sincera gratitud de todos al Instituto Duartiano.
Muchas gracias,