Por Wanda Espinal
El otro día, me encontraba en una farmacia de la Ciudad Corazón, esperando mi turno. Mientras tomaba un poco de agua fresca, escuché una conversación bastante tensa entre la dependiente y un señor mayor.
El hombre, encorvado, con sombrero y bastón en mano, parecía alarmado por las respuestas de la joven al otro lado del mostrador.
Después de preguntar por cuatro medicamentos, escuché la frase que nadie quiere oír en una farmacia: «El seguro cubre uno, de otro cubre una parte, y los otros dos no están cubiertos». El señor, llevándose las manos a la cabeza, exclamó: «Ay, Dios mío, y los más caros son los que no cubre».
¡Qué angustia! Muchos dominicanos, incluida yo, hemos pasado por situaciones similares.
Vi cómo el señor se retiró a un rincón y comenzó a contar el dinero de su cartera. Era evidente que no era suficiente. Realizó un par de llamadas y se sentó, visiblemente preocupado.
Este problema con los seguros solo se resolverá cuando las partes involucradas lleguen a un acuerdo que beneficie a todos, porque al parecer, los pacientes no somos prioridad. Mientras tanto, nos queda esperar y tomar las medidas necesarias para cuidar nuestra salud: una alimentación balanceada, ejercicio regular y atención a cualquier cambio en nuestro cuerpo. Así, podremos evitar gastos mayores en hospitalizaciones y tratamientos costosos.
No esperé a que llegara mi turno, me fui, porque a final de cuentas lo que quería comprar sólo era por gusto.
Salí, y antes de cerrar la puerta miré hacia la izquierda y ahí estaba el señor, con el teléfono en la oreja, y mientras sonreía pude leer en sus arrugados labios: “Gracias mi hijo”.