Se avecina uno de los días más sagrados del calendario cabalístico, le prosigue al año nuevo judío, es el Día del Perdón, durante ese día se ayuna y se pide clemencia por los errores cometidos con los que agredimos a los demás y se procura enmendar esas faltas. Deberíamos incluirnos a nosotros mismos en el proceso de perdón.
En ocasiones no somos lo suficientemente buenos con nuestra persona cuando tenemos hábitos que nos perjudican la salud física, mental o espiritual. Esos hábitos vestidos de pereza, alimentación poco saludable, algunos otros vicios nocivos que bien pueden incluir las quejas, los chismes, las intrigas y otras prácticas que empañan a otros, pero también a cada uno. ¿Cuántas veces nos ponemos a nosotros de primero, cuando nos correspondía ceder, o nos dejamos para el final cuando no era necesario?
Muchas veces se incurren en faltas por inconsciencia para luego sentirse culpables cuando se dan cuenta. Se requiere auto reconciliarnos con nuestro ser, por ejemplo, por todas las veces que no pusimos límites, por esos momentos en que permitimos ser sometidos a situaciones injustas, bochornosas o abusivas, y ¿Cuántas veces dañamos a otros justificando nuestras acciones por el maniobrar del otro, con frecuencia adjudicando acciones, juzgando y condenando sin pruebas? Con frecuencia escucho: “Lo hice porque él también lo hace”.
Perdonar y pedir perdón para nosotros es profundamente sanador, nos libra de las cargas del rencor y la deuda. Un ego herido es un muy mal consejero. El orgullo administrado equivocadamente, protagoniza nuestra ruina y perdición. Se pierden relaciones y fortunas, todo por demostrarle a otros la supremacía de nuestras posiciones, y sentirnos ganadores, cuando en realidad, muchas veces resulta en detrimento de todos los involucrados.
Una reflexión diaria antes de dormir cada día es una práctica sanadora. Hacer un inventario cada noche para agradecer todo obtenido en el día; especialmente por eso que nos pasa desapercibido y que damos por sentado, y es apreciado sólo cuando lo perdemos. Por ejemplo, piensa cómo sería tu vida si esas personas cercanas no estuvieran en ella, valorar lo poco o mucho que aportan todos, sin excepción, forman parte de los distintos escenarios donde nos desenvolvemos, los que nos asisten, incluyendo los pedigüeños, tienen una función en nuestras vidas, aunque se hacen invisibles ante nuestros ojos.
Se dice que hay una energía colectiva cuando nos unimos en una misma dirección, como la oración, juntos se facilita la manifestación. Procuremos encontrar un balance dentro de nosotros. La paz colectiva dependerá del logro individual. Hagamos nuestra parte.