Los seres humanos, en general, enfrentan dificultades para procesar o tolerar las emociones que consideran como negativas. Sin embargo, cada emoción posee una finalidad adaptativa esencial para la sobrevivencia. Por ejemplo, el miedo, aunque a menudo es visto como algo indeseado, puede ser un aliado: nos paraliza ante un peligro inminente o nos impulsa a idear estrategias para sobrevivir. Sin el miedo, simplemente, no estaríamos vivos.
Aunque la Navidad es conocida como un período de celebraciones, muchas personas experimentan emociones contradictorias, incluso aquellas sin tendencias depresivas. Este fenómeno, es conocido popularmente como “depresión decembrina”, y describe un estado emocional de tristeza y melancolía que nos visita precisamente cuando el ambiente nos invita al regocijo.
La depresión decembrina o depresión invernal, se denomina técnicamente Trastorno Afectivo Estacional (TAE), un cuadro emocional transitorio que suele intensificarse al final del año. Sus causas son diversas y multifactoriales y se ven influenciadas tanto por factores internos como externos.
Durante la Navidad solemos romper el patrón conductual del resto del año, para sustituirlo por otros sometidos a la presión social, laboral o familiar, provocándonos preocupación por los gastos en exceso; aumento de los compromisos; no haber cumplido con las expectativas planteadas para este año; así como, en un plano mucho más profundo, lidiar con la nostalgia por la pérdida de seres queridos o la ruptura de una pareja.
En países de inviernos severos esta depresión blanca se ve agravada por la falta de la luz solar. Según el psicólogo mexicano Valenzuela Núñez, esta baja se produce por un efecto fotosintético; la disminución de luz afecta directamente los ciclos circadianos, alterando patrones de sueno y vigilia, lo que repercute en nuestro estado de ánimo.
Un estudio publicado en Applied Research in Quality of Life señala que el bienestar emocional tiende a disminuir durante estas fechas calificándolas como un “acontecimiento crítico en la vida” que puede derivar en estrés y problemas de salud.
Ante lo complejo que puede ser el impacto de los sentimientos en Navidad, no existe una manera única de vivir esta temporada. Sin embargo, podemos comenzar dejando atrás la idea de que hay un “guion perfecto” para estas fechas.
Una de estrategia de la PNL que podemos utilizar, es el Reencuadre de Significado, que nos lleva a enfocarnos en las bendiciones del tiempo presente, evitando comparaciones con los años anteriores. Es esencial conectarnos con la idea de gratitud ante la vida.
Es igual de importante que prioricemos nuestra tranquilidad emocional aprendiendo a decir no a todo aquello que nos comprometa sin que lo deseemos. Permitámonos sentir de manera auténtica y elegir de acuerdo con nuestros deseos y necesidades, dejando de lado los ideales externos o expectativas poco realistas.
Si bien la depresión decembrina suele desaparecer con el final de la temporada invernal es fundamental prestar atención a su duración. Como advierte Valenzuela Núñez, “si los síntomas persisten, podría no tratarse de un Trastorno Afectivo Estacional, y sería conveniente la evaluación de un especialista, ya que puede ser depresión en algunas de sus categorías”.