El otro día, noté que alguien cercano tenía una actitud diferente frente a situaciones cotidianas, incluso era notable que dormía poco, lo cual me llevó a preguntarle si estaba descansando bien. Se sorprendió ante mi pregunta y me confesó que no quería ni entrar a su habitación.
Después de esa conversación nos encontrábamos casi a diario. Once días después, en un supermercado, me saludó con un abrazo tan fuerte que me reconfortó, como yo digo, de esos abrazos que te resetean la vida. Al notar mi asombro procedió a hablar: “No te imaginas el agradecimiento que te tengo. Seguí los pasos que me recomendaste el otro día y ya estoy durmiendo mejor”.
Siguió diciendo, “Volví a retomar mi rutina de ordenar mi cama desde que me levanto; el fin de semana saqué toda la ropa del closet y me quedé sólo con lo que me servía y gustaba, lo otro lo saqué para donar o para botar si no estaba en condiciones”.
Dijo que la primera noche que lo hizo sintió que podía respirar en su propia habitación. Antes de irse a dormir ponía todo lo que estuviera fuera de lugar donde correspondía, y cambiaba las sábanas cada cuatro o cinco días.
Esta persona nunca me pidió esos consejos, pero no podía ver la forma en la que se iba hundiendo.
Existen muchas causas que pueden quitar el sueño, si ninguna de las acciones mencionadas te funciona, te invito a que visites un médico e investigues si hay algo más que te está provocando el insomnio. Tu salud siempre debe estar en primer lugar.
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