Sin importar origen o causa, el cambio climático y el calentamiento global constituyen una realidad. Sobre esa base, ¿cómo oponerse al uso de tecnologías verdes y limpias?, ¿quién podría ser tan ambicioso y desalmado? En esa lógica, hay que promover el uso de tecnologías eficientes y sostenibles sin olvidar que, por su esencia, en el capitalismo, detrás de cada buena intención también hay un negocio.
Los números están ahí. La política de promoción de uso de paneles solares establecida por la Superintendencia de Electricidad (SIE) en 2012 debe ser vista en su contexto. Con el petróleo a US111 (2011) fomentar renovables era mandatorio, y, con una tecnología de paneles costosa, los subsidios para estimular su uso eran entendibles.
Doce años después, muchas realidades han cambiado. El petróleo ha bajado, se mantiene estable y la tecnología de paneles es más barata y eficiente. Hoy, US250 millones después derrochados en gasto tributario (2014-2023), la revisión del “Reglamento para la Aprobación, Interconexión y Regulación de Generación Distribuida en Energía” que regula el uso de paneles solares –impulsada por la SIE–, debe ser vista como una oportunidad de revisar un sistema que agotó su ciclo histórico y que, en los hechos, aumenta cada año el déficit de las EDEs (US89.1 millones en 2023).
La “medición neta” (vigente) permite que quienes están bajo régimen de “generación distribuida” (residencias/comercios/empresas que despliegan paneles solares con vistas al autoconsumo) puedan inyectar/vender el excedente no consumido en horas solares a las EDEs, y comprar la energía necesaria en horas no solares ¡al mismo precio!
El diseño del sistema de medición neta es injusto, desigual y perverso. El usuario de paneles solares necesitaría un banco de baterías para acumular excedentes diurnos y utilizarlos en horario nocturno. En la práctica, las EDEs compran a los usuarios de paneles la energía sobrante al mismo precio que se la venden (US 0.17 Kwh), con la agravante que dicho precio no incorpora los costos de generación, transmisión, distribución y potencia total instalada en que incurren, convirtiéndose en un “negocio capa perro”; de tal suerte que la generación distribuida constituye una competencia desleal a los propios generadores, que venden a las EDEs a US 0.09 kWh.
En los hechos, quienes no tenemos paneles solares subsidiamos y financiamos un modelo de negocio privado que, sobre la base de una incorrecta interpretación del principio de sostenibilidad ambiental, esconde una distorsión de mercado que constituye una sangría financiera para las EDEs, es decir, para el Estado.
Lo “verde” a veces esconde una realidad más oscura, de ahí que la SIE no puede sucumbir al chantaje de quienes rechazan la aplicación de un régimen de facturación neta –más justo y equitativo–, bajo la promoción de un “autoconsumo” supuestamente ético, que en realidad esconde un burdo negocio… en perjuicio de todos nosotros.