Si digo que en nuestro país necesitamos una operación Bukele para corregir algunos de los problemas que perturban nuestra sociedad, lo que deseo significar es que debemos imponer la disciplina y el orden a cualquier precio; que es preferible la tranquilidad impuesta por el terror de la ley, que la intranquilidad impuesta por el terror de las pandillas, del microtráfico, en fin, de la delincuencia.
En ese sentido he sostenido que la disciplina y el orden de la nación deben inspirarse en la inflexibilidad de autoridades que hagan cumplir la ley bajo cualquier circunstancia.
A una delincuencia agresiva, desafiante, creciente, hay que enfrentarla bajo la modalidad en que se exprese y allí donde se exprese. En ningún país del mundo a los delincuentes se les combate con manos de seda. Los delitos son severamente sancionados de acuerdo a la categoría del mismo. Las sutilezas, por el contrario, se convierten en estímulo para que la delincuencia asesine, viole mujeres, asalte personas y negocios, etc.
En este país hay demasiada indisciplina y desorden. El tránsito es caótico, las invasiones de tierra son frecuentes, la arrabalización social se expresa dondequiera, y si a eso le sumamos la hatianización del país, el espanto acompaña nuestro asombro. Porque todas esas calamidades sociales podrían espantar el turismo, la inversión extranjera y la paz de todos.
Cada vez que veo esos videos donde personas indefensas son atacadas por maleantes armados que roban para comprar droga, pienso que la consigna debe ser «Bukelizar» para ordenar, antes de que se derrumbe la nación y el mal triunfe e imponga su salvajismo.