A veces buscamos el amor en los lugares equivocados, en los gestos de otros, en la validación externa, en los silencios que queremos llenar con compañía. Pero el amor más importante, el que sostiene todo lo demás, es el que te das a ti.
Amar(se) no siempre es fácil. Porque implica reconocerte en tus luces y también en tus sombras. Es mirarte con compasión cuando fallas, hablarte con respeto cuando nadie más lo hace, y elegirte, incluso cuando otros no lo hacen.
El amor propio no es egoísmo, es sanación. Es decirte: “no necesito ser perfecto/a para merecer descanso, respeto y ternura.”
Es poner límites sin sentir culpa. Es aceptar lo que fuiste, abrazar lo que eres y tener fe en lo que puedes llegar a ser.
Cuando cultivas el amor propio, no necesitas rogar migajas, no tienes que esconder tus emociones, no te conformas con lo que duele. Porque sabes que vales más. Y cuando te amas, inspiras a otros a amarte mejor también.
Así que, si hoy estás luchando contigo, si te cuesta mirarte con cariño, empieza por un pequeño paso: háblate bonito. Trátate con paciencia. Abrázate en silencio. Porque tú también mereces ser tu lugar seguro.
Date confianza, demuéstrate que eres suficiente, pero para ti no para otros, Sonríe, Disfruta, Hazte cariñitos, hazte sentir única, Saca esa luz que te hace especial, Porque tienes la capacidad de brillar sola/o, se tu propia estrellita.
Pero sobre cualquier otra cosa busca de Dios porque el si es el centro de todo.
No eres perfecta(o), Eres amada/o.
Por: Yameirys Acevedo