Por Wanda Espinal
El otro día, me encontré con una chica súper espectacular, divina.
Estaba sentada detrás de mí, unos cinco minutos después, me tocó el hombro y me preguntó si podía sentarse conmigo.
Le hice un gesto positivo con la cabeza. Después de que se sentara, me dijo: “Tú eres la que escribes en el periódico de Dajabón, ¿verdad?”. Me sorprendí. ¡Hasta famosa me sentía!.
Me confesó que dos de mis escritos le habían dolido. Creo que me puse roja de la vergüenza. Le pregunté: ¿Por qué? ¿Cuáles fueron?
Respondió que los que hablaban de la infidelidad.
Resulta que ella estaba saliendo con un hombre casado y esos textos le habían tocado una fibra muy sensible. Es raro que me haya dicho eso de una forma tan natural y sin conocernos.
Lo que la mantenía esperanzada es que él le decía que se divorciaría y vivirían juntos. Que los hijos no eran un problema. Pero, ¡tenían cuatro años en esa situación!
Casi estaba llegando a mi destino, y no podía dejar pasar esta oportunidad. Le dije: “No te conozco, eres hermosa, me has hecho sentir especial al decirme que lees lo que escribo, por eso me siento en la responsabilidad de decirte que no hay futuro en lo que tienes con esa persona”.
La conversación continuó, ella es muy consciente de que ha pasado demasiado tiempo, pero sigue teniendo esperanza, y yo no era quién para decirle que ese hombre no iba a dejar su familia para estar sólo con ella.