Por Wanda Espinal
¡Ya llegó el tan esperado lunes! Y sin rodeos les cuento los argumentos de mi compañera.
Ella decía que la falta de atención y de intimidad eran motivos suficientes para dar pie a una infidelidad. Afirmó que en muchas relaciones, uno de los dos miembros invierte más esfuerzo y esto, combinado con la falta de conexión emocional, puede generar resentimiento.
No se pueden imaginar el merequetengue que se armó, unos minutos de “dimes y diretes” intensos. Cuando alcé la voz, se sorprendieron y hasta risa me causó. Comencé diciendo que no soy experta en relaciones de pareja, y simplemente me apoyé en la moral para mi aporte al grupo. Un compañero sonrió y asintió con la cabeza a punto de la calvicie.
Creo firmemente que la comunicación abierta y honesta es la base de cualquier relación sana. Coincido con mi compañera en que no existe justificación válida para la infidelidad. Entiendo que, ante situaciones de incomodidad o desacuerdo en la pareja, si la comunicación no funciona y los esfuerzos por solucionar las diferencias no tienen resultados, lo mejor sería dejarlo hasta donde esté y que cada uno tome su camino, pues de lo contrario ambos saldrán heridos y podrían dañar a otros.
Recomiendo buscar ayuda profesional, no de la vecina que probablemente saldrá a decirlo todo en cuanto des la espalda, ni busques apoyo en el compadre que te va a apoyar ese mal paso. No sigas siendo parte de la doble moral que piensa que sólo mensajes de texto no harán daño, pues la línea entre esos mensajitos y una acción es muy delgada.
Dos textos no son suficientes para abordar este tema tan complejo, pero cerraré aquí.
Si sientes que no floreces, vete.