Si un día decides volver, que sepas que no será igual.
Porque cuando te fuiste sin explicación, sin una palabra clara, sin siquiera el valor de mirar atrás, algo dentro de mí también se rompió… pero no me destruí. Aprendí.
Aprendí que el silencio duele, pero también enseña. Que quien se va sin decir nada, te dice todo. Y que el amor propio no nace de una promesa, sino de una elección: la de elegirme a mí, por encima de tu ausencia.
Así que si algún día vuelves, no esperes que te reciba con los brazos abiertos como si nada hubiera pasado. No porque guarde rencor, sino porque ya no soy la misma.
He crecido. He sanado. He entendido que no puedo mendigar explicaciones ni esperar por quien no supo quedarse. He aprendido que el amor se demuestra con constancia, con cuidado, con respeto… no con palabras bonitas después de una ausencia prolongada.
Y si vienes con disculpas, quizás te escuche. Porque no nací para odiar a nadie. Pero no confundas perdón con permiso. No confundas mi corazón noble con olvido.
Si algún día regresas… espero que me encuentres en paz. No esperes un lugar en mi vida, solo porque alguna vez estuviste en ella.
Porque quien se va sin despedirse, corre el riesgo de no tener un lugar al que regresar.
Por: Yameirys Acevedo.