El 10 de septiembre no es un día cualquiera. Es un llamado mundial a detenernos y reflexionar sobre una realidad que duele en silencio: el suicidio. Hablar de ello no es sencillo, pero callarlo es todavía más doloroso. Detrás de cada estadística hay un rostro, una historia, una vida que merecía continuar.
Vivimos en un mundo que a menudo corre sin mirar alrededor. Nos hemos acostumbrado a sonreír mientras ocultamos heridas profundas, a responder “estoy bien” cuando en el alma se libra una batalla que nadie más ve. Y es que el suicidio no siempre anuncia su llegada; muchas veces se esconde detrás de una persona que parece fuerte, que ríe, que acompaña a otros, pero que por dentro se siente rota.
Por eso, hoy más que nunca, necesitamos recordar que la prevención comienza en lo humano: en detenernos a escuchar de verdad, en preguntar cómo está alguien y estar dispuestos a recibir una respuesta sincera. A veces, lo que salva no es una solución inmediata, sino la certeza de no estar solo. Una palabra, una mano, una presencia silenciosa, pueden convertirse en un puente hacia la esperanza.
La salud mental no puede seguir siendo un tabú. Todos, en algún momento, podemos necesitar ayuda, y pedirla no es un signo de debilidad, sino de valentía. Reconocer el dolor es el primer paso para sanarlo. Y como sociedad, es urgente derribar prejuicios, abrir espacios de acompañamiento y recordar que la empatía puede salvar vidas.
A quienes hoy sienten que no pueden más, quiero decirles: su vida tiene un valor incalculable. Aunque el dolor parezca eterno, aunque la oscuridad se haga pesada, siempre hay un nuevo amanecer esperando. No están solos; hay manos dispuestas a sostenerlos, corazones listos para escuchar, profesionales preparados para acompañar.
El Día de la Prevención del Suicidio no debe quedarse en una fecha en el calendario, sino convertirse en un compromiso colectivo: valorar la vida, cuidar la salud mental y recordar que la esperanza es posible, aun en medio de las tormentas. Cada vida importa, cada vida cuenta, y cada vida merece seguir brillando.
Por: Yameirys Acevedo.