Por Wanda Espinal
El otro día, pasé un pique.
Estoy inmersa en un proyecto que es bastante visible, lo que inevitablemente atrae la atención y las opiniones de muchos. Lo que hace que muchas personas quieran opinar al respecto. Sin embargo, a menudo estas intervenciones no se presentan como sugerencias constructivas, sino como afirmaciones que dan por hecho algo o cuestionamientos directos sobre por qué ciertas decisiones no se tomaron de una manera específica.
Esta situación me trajo a la memoria un sabio dicho popular: “Cuando tengas un plan, no se lo cuentes a nadie”. ¡Y cuánta verdad encierra esta frase! Como bien decía mi abuela, “el corazón de la auyama solo lo conoce el cuchillo”, una metáfora poderosa que ilustra cómo las verdaderas intenciones, los desafíos internos y la esencia de un asunto solo son comprendidos por quien está directamente involucrado en él.
Antes, me resultaba difícil entender por qué tantas personas preferían mantener sus asuntos en privado. Ahora, comprendo perfectamente su reserva. Han aprendido, quizás por experiencia propia, que compartir prematuramente un proyecto puede abrir la puerta a críticas, juicios apresurados e incluso a la desmotivación.
Por todo esto, y sin más rodeos, te invito a cultivar una mayor sensibilidad y empatía al ofrecer tu perspectiva, sea cual sea el contexto. Una sugerencia dicha con tacto y consideración tiene muchas más probabilidades de ser bien recibida y de aportar valor real. Recordemos que detrás de cada iniciativa hay un esfuerzo, una visión y, a menudo, una gran vulnerabilidad.