Con el cambio de política exterior que parece estar dando Estados Unidos, siendo más adverso a los conflictos bélicos, surgen diferentes espacios donde las tensiones geopolíticas probablemente se estarán manifestando entre los norteamericanos y los chinos. Uno de ellos es el uso del espacio exterior, especialmente la órbita terrestre baja (LEO en inglés). La LEO es la zona que se encuentra entre 160 y 2,000 kilómetros de distancia de la Tierra. Mediante satélites colocados en la LEO, se puede tener acceso a internet de baja latencia sin necesidad de usar cables submarinos, alertas tempranas de ataques con misiles, y realizar vuelos de reconocimiento de objetivos civiles y militares. En este sentido, empresas privadas de Estados Unidos y China, con apoyo gubernamental, son las que están desarrollando tecnología para el lanzamiento y operación de satélites en la LEO.
La carrera la domina Estados Unidos, pues sus empresas han logrado reducir drásticamente el costo de lanzamiento y reutilización de cohetes. Starlink, una empresa de SpaceX de Elon Musk, es la empresa líder a nivel mundial en provisión de internet de alta velocidad desde el espacio a través de más de 7,000 satélites pequeños en la LEO. StarShield, también de SpaceX, es la empresa que da servicio de internet y comunicaciones a instituciones militares y el gobierno de Estados Unidos y sus aliados. Los chinos, por su parte, han estado invirtiendo de manera masiva en los satélites de LEO desde 2021 y tienen planeado colocar 38,000 satélites en la próxima década, iniciando con unos cientos en 2025.
Otro escenario de competencia entre Estados Unidos y China es la producción de microchips. Este producto es crucial para la fabricación de cualquier aparato tecnológico moderno, incluyendo computadores, vehículos, aeronaves, armas y cohetes. Tener acceso a los microchips de última generación es una condición necesaria para competir por el dominio tecnológico a nivel mundial. Estados Unidos logró evitar que los chinos tengan acceso a los microchips más avanzados y que puedan adquirir las máquinas de litografía de luz ultravioleta extrema que los fabrican. Esto ha hecho que China tenga que dedicar cuantiosos recursos en tratar de construir sus propias máquinas y que quede temporalmente rezagada en la carrera tecnológica.
Un tercer elemento de lucha geopolítica es el aprovechamiento del Ártico. La zona ártica está compuesta por un mar, mayoritariamente congelado, y masas de tierras de ocho países (EEUU, Canadá, Islandia, Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia). Su importancia radica en que contiene amplios recursos naturales, especialmente gas, petróleo, agua dulce, pesca y minerales. A medida que avanza el deshielo de porciones de tierra del Ártico, es posible que sea comercialmente viable la explotación de minerales como oro, fosfatos y metales de tierras raras. Además, el descongelamiento de la zona facilita el transporte marítimo y la comunicación por rutas actualmente imposibles, conectando América con Europa y Asia de manera más rápida.
China no tiene acceso a la zona, pero se define como un “Estado cerca del Ártico”; su mayor vinculación la tiene mediante colaboración con Rusia, que tiene más de la mitad del territorio ártico. China tiene lo que Rusia le falta: dinero para invertir y aprovechar los recursos de la región. A pesar de que los otros siete países con territorio en el Ártico son aliados de Estados Unidos y están en la OTAN, para los norteamericanos sería altamente importante impedir el avance chino vía Rusia en la zona.
Como se aprecia, hay diferentes áreas de competencia entre Estados Unidos y China en su búsqueda de la hegemonía global, incluyendo la computación cuántica, la seguridad de agua dulce y la construcción de reactores nucleares a pequeña escala. Ojalá que esta competencia genere avances tecnológicos que reduzcan el impacto del ser humano en el medioambiente y ayuden a mejorar la calidad de vida de la población.