Todos los gobiernos son sensibles a la crítica. Sean de izquierdas o derechas, autoritarios o democráticos, el poder repele a quien le adversa; y todo cuestionamiento o disenso se asimila –en mayor o menor medida– como un desafío sublimado.
Lo de cómo reacciona lo determinará su nivel de fortaleza, el tiempo de ejercicio del poder, y las redes creadas en torno a intereses que, por sobre todas las cosas, priorizan protegerse y mantenerse.
El gran dilema de los medios de comunicación frente al poder es ese. Ejercer su noble función frente a una autoridad que, indistintamente y por su propia naturaleza, asumirá cualquier señalamiento como crítica, y, dependiendo el contexto y la situación, actuará en consecuencia.
Los periodistas han sabido pagar el precio más alto por ejercer su función. En Gaza, mueren indiscriminadamente por decir la verdad; en México, son víctimas del crimen organizado o de estamentos que desde el propio Estado les atacan, etc.
Afortunadamente, esos tiempos aquí ya han pasado.
Pueden ocurrir situaciones coyunturales y aisladas; arrebatos de autoridades que aún no entienden que las reglas cambiaron; pero, en sentido general, desde 1978, la construcción de la democracia ha sido un proceso sostenido y constante, donde la libertad de expresión, prensa y difusión del pensamiento está garantizada y protegida.
Sin renunciar a su rol principal, que es contar la noticia con rigor y apego a la verdad, con los años, los medios han asumido una función que va más allá de la política o de su tradicional función de contrapeso frente a los otros tres poderes del Estado: constituirse en la voz de los que no tienen voz; asumiendo el rol de visibilizar las precariedades de la ciudadanía y poner a conocimiento de toda la sociedad, el estado en que viven los dominicanos en diferentes lugares del país.
Sea porque este gobierno es más susceptible a la crítica que los demás; sea que su epidermis política es más delgada; sea porque presta mayor atención a lo que se dice en los medios; sea porque teme que se refleje en los resultados de mediciones de popularidad; lo cierto es que –lamentablemente–, las quejas y penalidades que sufren los ciudadanos en tal o cual sector, encuentran mayor receptividad y nivel de respuesta estatal cuando son socializadas en un medio de difusión nacional (y el funcionario responsable queda expuesto), que cuando se tramitan a través de los canales institucionales correspondientes.
El análisis de que sólo bajo presión mediática es que se puede obtener una rápida reacción estatal desde la dependencia competente frente a un problema, le corresponde hacerlo al propio Estado
A la prensa le corresponde seguir investigando, señalando y visibilizando las problemáticas, para que, aunque sea de esa forma, se pueda obtener una medida favorable. Entre la acción voluntariosa y la reacción bajo presión hay diferencias, pero lo importante es el resultado. ¿O no?