Por Wanda Espinal
El otro día, estaba luchando con una rana en mi casa.
Era grande, oscura, brillosa y asquerosa. Intenté golpearla con un machete, pero se escondió. No se imaginan el susto, el estrés y la ansiedad que sentía porque no la encontraba. Y es que, desde que tengo memoria, recuerdo que mi mamá se asustaba cada vez que veía una rana, y desde entonces yo también lo hago.
Han pasado cuatro días desde que la rana entró, y no la he vuelto a ver, pero siento que sigue ahí.
Con esta tensión que he sentido estos días, me pregunto: ¿por qué se transmiten los miedos? Porque si no hubiese visto que mi madre se asustaba, quizás yo no les tuviera miedo. Nunca me ha caído una encima, y espero que no pase, porque ya tengo terror en lo más profundo de mi ser.
Los miedos se transmiten, yo creía que no, pero me he dado cuenta de que es así. A mí me pasó con la rana, pero también pasa con muchísimas otras cosas de la vida, como el miedo a algunos animales, el miedo a que pasen cosas malas, miedo a arriesgarse, al fracaso… ¡la lista es infinita!
El miedo es bueno porque te ayuda a ser precavido, pero es importante saberlo manejar a nuestro favor y atrevernos a arriesgar más. Yo sé que podemos hacerlo a nuestro ritmo, sin presión.
Y tú, ¿a qué le tienes miedo?