por:Ana Vargas
Sábado 17 de agosto fue un día verdaderamente maravilloso. Mientras me preparaba para colocar mi firma de asistencia en el taller de capacitación, una señora se acercó a mí con una sonrisa radiante y me dijo: «Me gusta siempre verte como andas vestida.» Sus palabras me llenaron de alegría y sorpresa. Era un hermoso recordatorio de que, incluso antes de salir de casa ya tenia huella en la mente de alguien.
Ella continuó diciendo que había pensado en mí antes del encuentro, preguntándose cómo vendría en esta ocasión. Esa simple observación me hizo reflexionar sobre el impacto que podemos tener en los demás sin darnos cuenta. Me di cuenta de que mi forma de expresarme y vestirme no solo era una elección personal, sino también una forma de inspirar a otras mujeres a sentirse seguras y empoderadas en su propia piel.
Este encuentro me llenó de gratitud, ya que comprendí que ser auténtica y mostrar mi estilo puede motivar a otras a abrazar su feminidad. Fue un recordatorio hermoso de la conexión que compartimos como mujeres y cómo, a través de nuestras elecciones diarias, podemos animarnos mutuamente a brillar con confianza. Sin duda, ese momento se quedará grabado en mi corazón por mucho tiempo.