Por Wanda Espinal
El otro día, hice unos cálculos.
Tengo una súper amiga que vive lejos. Me di cuenta de que llevaba más de quince días escribiéndome cada vez que iba al gimnasio, y cuando regresaba a casa. Lo mismo ocurría cuando tenía alguna salida especial.
Un día, inmersa en mis labores diarias me di cuenta de que el día anterior no recibí el acostumbrado mensaje, aunque sabía que mi amiga había amanecido bien.
Seguí con mis ocupaciones, y en medio de todo pensé muchas cosas sobre este momento.
La ausencia del mensaje habitual me llevó a reflexionar sobre la problemática de la inseguridad ciudadana y la preocupación constante que genera en muchas personas.
Sin embargo, por otro lado esta experiencia me ha permitido valorar la importancia de las amistades genuinas, el apoyo emocional y la seguridad que brindan.
Si tienes amistades así, haz de cuenta que son como una flor. Hay que cuidarlas, regarlas, quitarles las hojas feas que puedan dañar el resto de la flor, calentarlas con el sol, abonarlas y mantenerse pendiente de cualquier cambio para actuar a tiempo y que siempre florezca.