Por Wanda Espinal
El otro día, pasé a saludar a una de mis amistades que hacía tiempo no veía.
Me ofrecieron de un dulce de naranja casero. Aunque no me gusta ese dulce y, en general, no debo comer nada dulce, no quise negarme.
Cuando mi amiga se fue a buscar el dulce, su madre, que se quedó conmigo en la galería, le voceó: «¡Fulana, tráeselo en un platillo de la vajilla de la visita!». No pude evitar reírme. La miré y le comenté que eso me recordaba a mi abuela, a mi madre y a tantas madres dominicanas.
Tradicionalmente en los hogares, los vasos, platos y tenedores más usados o «cariocos» se dejan para usarlos en el día a día, mientras que la mejor vajilla se guarda para cuando llegan visitas. Se suele comer en platos cuarteados o caqueados, reservando los bonitos para los invitados.
Cuando mi amiga regresó a la galería, llegó con cara de pocos amigos, y yo volví a reírme. Entre nosotras ya habíamos hablado sobre esta costumbre, y ese fue el centro de nuestra conversación: ¿Por qué le dejamos la mejor vajilla a la visita?
Aproveché para buscar un video sobre las energías en los hogares. Entre las cosas que entorpecen el flujo de estas energías, mencionaba tener platos cuarteados o caqueados, esto atrae la ruina, el desnivel financiero y dificulta que las cosas buenas entren al hogar.
Además, si trabajamos tanto, ¿acaso no merecemos servirnos la comida, el agua o el jugo en la vajilla bonita?
La madre de mi amiga se mantuvo firme en que no iba a «descompletar» su vajilla de visita. Su hija, por su parte, le decía que ya en esa casa no había niños y que, incluso si los hubiera, a ellos también hay que enseñarles a comer en loza, no en esos platos plásticos.
Al final, no llegamos a ningún acuerdo, pero nos reímos muchísimo y hablamos sin parar sobre el mismo tema.
Si llegaste hasta aquí: ¡bota esos platos y come en los bonitos!